.

La pesca con cucharilla o "spinning" es posiblemente la técnica más utilizada en nuestro país.
Es un sistema que requiere mucha destreza en el lanzamiento, pues debemos de "poner" la cucharilla en aquellos sitios donde creamos que se puede encontrar una trucha. A menudo éstos se encuentran debajo de unas ramas o entre piedras y raices, con lo que el riesgo de pérdida del aparejo es muy superior al de otras técnicas de pesca.
La caña a utilizar será de una longitud entre 1,50 mts. y 2,50 mts. de acción ligera en la punta.
El carrete puede ser tambor fijo abierto o cerrado capacidad para 100 mts. de sedal de 0,18-0,22 centésimas y recuperación rápida. Los mejores son los que incorporan rodamientos a bolas. El más habitual es el abierto de tambor fijo, puesto que el cerrado es más proclive a los enredos y requiere de una técnica depurada para su correcto manejo.
Las cucharillas pueden ser ondulantes o giratorias, de un tamaño entre el 0 y el 2 y un peso máximo de 4 g. en forma oval o de oliva. Los colores pueden ser muy variados: blanco, negro, rojo, verde, doradas y plateadas, adornadas con pintas o bandas de diversos tonos. Algunas incorporan un casquillo que al giro y movimiento, emiten un sonido.
También podremos utilizar peces artificiales de no más de 4 cm. y plomados.
La utilización de estas cucharillas varía en función del color del agua, del fondo y de la climatología, personalmente prefiero las giratorias ovales, doradas para dias nublados y aguas un poco tomadas y plateadas para aguas claras y días soleados, siempre con pintas rojas y de un tamaño del 1 ó 2 (MEPPS) dependiendo de la fuerza de la corriente.
Trataremos de realizar los lances a la orilla contraria, en un ángulo aproximado de 45º aguas arriba de nuestra posición. La recuperación tendremos que adecuarla a la velocidad de la corriente, procurando que la cucharilla mantenga un movimiento uniforme y una velocidad constante durante dicha recuperación.
Una técnica que me ha deparado muy buenos resultados es, en el momento de la caida al agua de la cucharilla, tensar la linea y realizar una recuperación lenta, lo suficiente para mantenerla paralela a la orilla, la tensión de la línea y la velocidad de la corriente serán suficientes para que la cucharilla realice un movimiento atractivo a cualquier trucha que se encuentre cerca. En el momento de tener el señuelo a nuestra altura, comenzaremos la recuperación hasta nuestra posición.
Debemos estár preparados para una picada violenta, pues la trucha ataca con mucha fuerza, bien porque quiere defender su territorio o por confundir la cucharilla con una presa. "Nunca lo zsabremozssss"
No debemos olvidarnos de los lances paralelos a la orilla en la que nos encontramos, aunque es bastante complicado porque, a la velocidad de recuperación debemos añadir la fuerza de la corriente en el mismo sentido.


Es la técnica española por excelencia. En pocos paises se práctica este tipo de pesca y en España disponemos de los mejores montadores y pescadores del mundo.
Antiguamente, la pesca con mosca ahogada se realizaba con insectos naturales (aún ahora hay pescadores asturianos y leoneses que las siguen utilizando) y fue evolucionando al uso de moscas artificiales. Las referencias más antiguas sobre el uso de artificiales en nuestro país, se remontan al año 1624, en el que Juan de Bergara escribió un tratado sobre el montaje y utilización de la mosca artificial para la pesca de la trucha: El Manuscrito de Astorga, con 33 mosquitos diferentes.
Dos sistemas son los utilizados para esta pesca: con buldó y con cola de rata.
De la pesca con cola de rata, sólo comentar que es prácticamente igual que con mosca seca, con la variante de que, por lo general, los señuelos que se utilizan suele ser ninfas, más pesadas que los mosquitos y es habitual lanzar aguas abajo, en dirección de la corriente.
Nos centraremos en la pesca a mosca ahogada con buldó, la más extendida, que requiere de una gran precisión en el lanzado, recuperación adecuada y una correcta elección de los señuelos.
La cañas varían entre 1,8 y 2,8 mts. con una acción en punta no demasiado blanda para efectuar lanzamientos precisos y manejar el aparejo de forma que parezca que nuestras artificiales son insectos vivos.
En cuanto a los carretes, podemos utilizar los mismos que en la pesca con cucharilla.
El aparejo se compone de un número de mosquitos que varía entre 3 y 5, dependiendo del curso de agua en el que vayamos a pescar, atados a una burbuja de plástico o goma (Deberemos tener en cuenta la normativa vigente en el tramo que vamos a visitar, puesto que puede variar dependiendo tanto de la Comunidad Autónoma, de la Provincia e incluso del coto en el que se encuentre).
La línea principal de la "cuerda" será de 0,16-0,18 centésimas y las hijuelas de un diámetro inferior. Con esto evitaremos la pérdida del aparejo completo cuando alguna mosca se nos enganche en las ramas o rocas. La distancia entre hijuelas será de 20 cm. y la longitud de éstas 4 cm. la más cercana al buldó (semiahogada), 6 cm. la siguiente (ahogada), 8 cm. la tercera (semisaltona) y 10 cm. la más alejada (saltona). El "rastro" es la mosca o ninfa que queda prendida del buldó fuera de la línea principal, con una longitud de 20 cm. Esto es en el caso de un aparejo de 5 moscas, si utilizamos un aparejo de 4, la longitud de las hijuelas diferirá en 3 cm. (4, 7 y 10 cm.) y si es de 3 mosquitos, la diferencia será de 4 cm.(4 y 8 cm.).
En cuanto al buldó, el tamaño será de 3-5 cm. de diámetro y particularmente aconsejo los de goma que, al golpeo con las piedras, no emiten tanto ruido como los de plástico y soportan mejor los golpes.
De los mosquitos, decir que una buena regla es comenzar la temporada con insectos oscuros e ir aclarándolos a medida que avanza la temporada, aunque os aconsejo echarle una ojeada al Manuscrito de Astorga y al Manuscrito de León.
Lo más importante, independientemente de un buen lanzado, es la recuperación. Siempre tendremos que imprimir al aparejo una velocidad igual a la de la corriente, dando la sensación de que los mosquitos bajan de forma natural, con la línea ligeramente tensa, no demasiado, para que todas las moscas cumplan su función, principalmente la "saltona" que, como su nombre indica, debe de ir saltando imitando la puesta de un insecto.
Una técnica que se está implantando últimamente en nuestro país y que cada día tiene más aficionados es la pesca a "la polaca".
Se trata de una forma de pescar muy parecida a la pesca con ninfa con cola de rata, pero con unas pequeñas variantes. Se utilizan cañas un poco más largas, de 10 a 11 pies con una acción media en punta. con aparejos de 2 o 3 ninfas, de las cuales una de ellas debe de ir muy plomada.
Es una pesca que se realiza en corto porque, por regla general, los lances no superan las 2 o 3 veces el largo de la caña. Su efectividad es impresionante y lo mismo que, como ya hemos dicho antes, cada vez son más los pescadores que utilizan esta técnica, también tiene muchos detractores, pues no debemos olvidar que, básicamente, no deja de ser una pesca a fondo corrido pero con aparejos diferentes a los que se utilizan en la pesca con cebo natural.
El bajo de línea tiene que estar adaptado a la profundidad en la que vayamos a pescar y la distancia entre señuelos debe de ser corta (10-12 cm. a lo sumo), recordando que una de las ninfas debe de "nadar" lo más cerca del fondo posible.

La pesca con cola de rata es una técnica que gana adeptos día a día, y no solo para la trucha.
Probablemente, es el sistema que más sensaciones despierta en el pescador que la practica. A la emoción de ver como la trucha toma nuestro señuelo en la superficie, se suma el contacto directo con el pez en nuestra mano a través de la línea.
La esencia de la pesca a mosca seca es la presentación del señuelo. Esto requiere una gran destreza en el lanzado, un especial sigilo y un buen conocimiento de la trucha, su comportamiento, el entorno en el que vive y su hábitos alimentarios. Esto nos permitirá elegir en las diferentes masas de agua y épocas del año, la mosca más adecuada y el lugar donde posarla.
La caña es distinta a las utilizadas habitualmente para otros tipos de pesca. Sus diferencias principales estriban en la empuñadura y la posición del carrete. La longitud varía entre los 6 y los 9 pies, o lo que es lo mismo, entre 1,80 mts. y 2,75 mts.
La elección se debe hacer dependiendo del lugar donde se vaya a pescar, utilizando las más cortas, 6 a 7 pies, en riachuelos, regatos y gargantas con vegetación y espacios estrechos que no permitan el uso de cañas más largas, las de 7,5 a 8,5 pies, se utilizarán en ríos con los suficientes espacios abiertos para realizar lances largos y las de 9 pies que son las más eficaces para embalses y lagos.
El grafito, la fibra de vidrio y el bambú, son los materiales de fabricación. Recomendamos el grafito, ya que la fibra de vidrio no es un material que nos permita un buen control de la línea y el bambú está reservado para los expertos y es caro.
El carrete, especialmente diseñado para la pesca a mosca, es de rodillo central. Su importancia es relativa, ya que su función se limita a guardar la línea. Aunque la mayoría incorporan mecanismo de freno y algunos llevan maneta para la recogida automática de línea, ya sea mecánica o eléctrica, esto es útil únicamente cuando se trata de la pesca de especies de gran tamaño, pues, por lo general, basta con la recogida de la línea a mano para cobrar las truchas clavadas. Antes de enrollar la línea en el carrete, deberemos rellenarlo con 25 mts. de backing aproximadamente.
La línea, llamada cola de rata por la forma, en diámetro descendente desde la zona central hasta la punta, es de un peso relativamente elevado, para facilitar el lanzamiento a distancia de las moscas. Sus valores y pesos oscilan según el lugar de pesca y la experiencia del pescador, y la longitud, entre 25 y 37 mts. dependiendo del fabricante. La numeración va del 1 al 15, de menor a mayor peso, regulada internacionalmente por la clasificación AFTMA.(Asociación de Fabricantes de Equipos de Pesca de América)
Recomendamos para los principiantes una línea de 6, es lo suficientemente pesada para controlar el lanzado y la posada de la mosca no es excesivamente brusca, aunque, a medida que se vaya dominando la técnica, deberemos reducir el número. Las colas de rata del número 4 y 5 son las más usuales cuando ya se tiene experiencia (he visto maestros manejar una línea del 2 y lograr lanzamientos de más de 15 mts. para después posar la mosca en el lugar deseado).
Existen, además, líneas con diferentes tipos de ahusado:
-"Doble huso"(Double Taper - DT -), es la más utilizada y la que más facilmente encontraremos en los establecimientos de pesca. Tiene una sección central homogenea y se va afinando hacia los dos extremos, con la ventaja de que puede usarse cualquiera en caso de rotura de uno de ellos. Lanzamientos de 10-15 mts.
-"Doble huso descentrado"(Weight Forward - WF -), igual que la anterior pero con la particularidad de que la masa principal se concentra en los 10,7 mts. iniciales. El resto de la línea es más fina y homogenea para facilitar su deslizamiento por las anillas. Lanzamientos de 15-20 mts.
-"Cabeza lanzadora"(Shooting Taper - ST -), con una sola sección que se va afinando, siendo ésta la que se ataría al backing y la zona más gruesa es la que actua de peso para lanzamientos superiores a 20-25 mts. Son utilizadas en embalses y en mar abierto.
También deberemos elegir si la queremos flotante o sumergible, que a su vez varía en función de la velocidad de hundimiento.
Debemos comprar la cola de rata adecuada a la caña correspondiente. En todas las cañas indica la tolerancia de líneas, que viene grabada en las mismas. Ejem.: AFTMA 4/5 ó #4/5
El backing es la línea de relleno, que nos facilita la salida del carrete de la cola de rata y sirve como adicional en caso de tener que soltar línea a un pez de gran tamaño. Suele ser de dacrón, aunque sirve también un monofilamente de 50-60 centésimas de diámetro.
Lo más complicado de la pesca con cola de rata es el lanzado. Lo mejor es practicar mucho, a ser posible en aguas quietas. Para comenzar, extenderemos 4 o 5 mts. de línea en el agua, por delante de nosotros. Con la caña en un ángulo de 90º con nuestro cuerpo y sujetando la cola de rata con una mano, la levantaremos rápidamente, pero sin brusquedades, hasta tenerla en un ángulo aproximado de 15-20º a nuestra espalda. Se hará una pequeña pausa para permitir que la línea se extienda totalmente por detras de nosotros y entonces realizaremos el movimiento contrario, hacia adelante para dejar la caña en la posición inicial de 90º.
Esta práctica debemos realizarla hasta que dominemos la cola de rata y controlemos una posada natural de la mosca. A medida que vayamos mejorando en el lanzamiento, la práctica ha de realizarse cada vez con más línea fuera del carrete.
En cuanto a la recogida de línea, debemos hacerla de forma suave, sin movimientos bruscos. Recordemos que se trata de engañar a un pez muy astuto haciéndole creer que nuestro señuelo es un insecto natural.
Damos por supuesto que estos son unos conceptos muy básicos y que tendremos que buscar la técnica que más se adapte a cada uno de nosotros, todas tienen las mismas bases pero ningún pescador lanza igual que otro. En los dibujos aquí expuestos indicamos una técnica para conseguir grandes y precisos lances.
Existen dos tipos de bajo de línea: El terminal en disminución sin nudos y el terminal en disminución con nudos, con longitudes variables entre 2 mts. y 4,50 mts. Visitad nuestra sección de "Bajos para mosca" donde podreis consultar información más detallada sobre el uso y construcción de los mismos.
Las moscas a utilizar dependerán de la época del año y del sitio donde pesquemos. Dada la enorme variedad de moscas que existen, os aconsejamos que visiteis nuestra sección "Moscas" y encontrareis una amplia gama de insectos, donde y cuando funcionan.
1) 2) 3)


4) 5)


1) En un ángulo de 85-90º con nuestro cuerpo, extendemos 4-5 mts. de línea y dejamos otros 3 ó 4 mts. que sujetaremos con la mano libre.
2) Levantamos la caña con un movimiento enérgico y, con la mano libre, damos un tirón de la línea hacia abajo, de 30-40 cm. Con esto imprimiremos velocidad a la cola de rata.
3) Cuando la caña está en un ángulo de 15-20º con nuestra espalda, dejaremos que la línea se extienda totalmente por detrás de nosotros, a la vez que, con la mano libre, soltamos el tramo de 30-40 cm. recogido anteriormente.
4) Iniciamos el movimiento de lanzado dando otro tirón hacia delante cuando la cola de rata está totalmente extendida y realizando el mismo movimiento con la mano libre que en el paso 2).
5) A la vez que la caña alcanza la posición inicial de 85-90º, soltamos totalmente la línea dejando que los 3-4 mts. de reserva se deslicen por entre las anillas y la mosca se posará suave y naturalmente en el agua.


Es una técnica de cebo natural muy utilizada en nuestros ríos, sobre todo en aquellos que son anchos y caudalosos, principalmente en aguas rápidas, aunque también es válida para corrientes tranquilas.
Tal vez sea la modalidad más fructífera con aguas tomadas.
Consiste en desplazar el cebo de manera natural a lo largo del lecho del río. Obviamente, son preferibles los fondos de grava y con poca vegetación, pues de lo contrario, o conocemos perfectamente dichos fondos para evitar los obstáculos que en ellos se puedan encontrar, o tendremos que optar por otra técnica de pesca.
El cebo más utilizado para esta pesca es la lombriz de tierra, si bien, funciona correctamente con gusarapa, saltamontes y otros insectos que podamos encontrar en las riberas.
Utilizaremos cañas largas, de 4-5 mts. y de acción media en la punta, que nos permita detectar las picadas suaves y manejar con habilidad la linea manteniendola lo suficientemente tensa. Con estas cañas no será necesario entrar en el río, con lo que evitaremos la espantada de alguna que otra trucha.
El carrete, de tambor abierto para facilitar la salida de la línea, y con capacidad para 200-250 mts. de sedal, pues en ocasiones el cebo tendrá que recorrer distancias largas para conseguir picadas.
Tendremos que llevar en nuestra caja, plomadas de diferentes pesos, para adecuar el plomado a las diferentes pozas y corrientes que podemos encontrar. Es la clave, deberemos experimentar para que el cebo se desplace a unos centímetros del fondo y no a excesiva velocidad. En ocasiones, deberemos utilizar plomos de hasta 20 g.
Instalaremos un bajo de línea de un grosor (0,16-0,20 centésimas) inferior a la principal (0,22-0,25 centésimas) y de unos 30-40 cm. El plomo (o plomos) deberá insertarse por encima de la unión de los sedales. El anzuelo de un tamaño entre 12 y 8.
Los lanzamientos se realizarán unos metros aguas arriba de donde creamos que está la trucha, suficiente para que el cebo baje al fondo y pase de una forma natural por los cazaderos o zonas de alimentación, con la punta de la caña levantada y el pick-up abierto, manteniendo la línea tensa y controlando su salida del carrete.
Puede resultar complicado distinguir entre una picada y una parada del plomo en un obstáculo. Al principio, una buena opción es tirar ante toda indicación de una posible picada y, con el tiempo, aprenderemos a interpretarlas. Es importante tensar bien la línea en el momento del tirón puesto que las truchas intentarán esconderse en sus refugios en el momento de sentir la clavada. Así evitaremos enredos con las piedras del fondo y con las raices, con la consiguiente pérdida del aparejo y de la captura.
Es importante la revisión frecuente del bajo de línea y del anzuelo que pueden dañarse debido a las continuas rozaduras que sufren.


Para la pesca con flotador simplemente diremos que podemos utilizar el mismo equipo que para la pesca a fondo corrido, con la variante de que se utilizará un flotador de varilla, que es el mas efectivo para esta técnica.
Importante es una buena distribución del plomado, con una distancia de 15 cm. aprox. entre plomo y plomo y a 20 cm. del anzuelo, adecuando el peso total de los perdigones a la tolerancia del flotador.
Los cebos serán todos los naturales permitidos.

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La caza de montería es una práctica de caza mayor tradicional, en la cual se usan jaurías (también se denominan "rehalas") de perros bravos.

Es la montería la más clásica y tradicional modalidad de caza mayor. En ella se abaten generalmente jabalíes y venados, aunque también otras especies como el gamo y el muflón. En un monte o mancha de varios cientos de hectáreas se dispone una serie de armadas, o líneas de puestos con cazadores, que rodean y cubren el terreno. Según su particular ubicación en la mancha las armadas reciben diversos nombres (cuerda es la más alta; sopié la más baja; traviesa la que atraviesa o se encuentra generalmente en medio de la mancha). Desde un extremo determinado, o desde más de uno, se procede a la suelta de las rehalas que, conducidas por sus respectivos perreros, batirán la mancha en diversas direcciones con el objeto último de que las piezas de caza en su huida traten de atravesar las líneas de monteros o sean avistadas por estos. A pesar de la apariencia de acción muy planificada, lo cierto es que la montería es una modalidad de caza que requiere de la máxima observación, atención, silencio y puntería (en blanco móvil) por parte del cazador y que ofrece inmensas posibilidades de escapatoria a jabalíes y venados. Es posible todavía en la montería tradicional española y en algunas zonas de nuestra geografía observar a los rehaleros vestidos a la antigua usanza y provistos de trabucos.

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Siguiendo las categorías y subcategorías de la FCI para los perros que colaboran en la cacería, pero incluyendo también a los perros de agarre de la caza mayor, se tienen ocho tipos generales de perros de caza:
1. Sabuesos, perros de rastro y razas semejantes

Perros de caza - beagle Éstos son perros que cazan siguiendo la presa mediante el olfato y no la vista. La mayoría de estas razas corresponden a perros del tipo sabueso, con la característica de tener un olfato excepcional, que supera al de otras razas de perros.

Los sabuesos también se caracterizan por tener orejas largas y colgantes, y pueden venir en una gran variedad de colores y tamaños. Los hay desde los sabuesos empleados para la caza menor, como el basset hound o el beagle, hasta sabuesos de caza mayor como el sabueso de San Huberto o el foxhound.

Entre estos perros de caza también se encuentran algunas razas que, sin ser del tipo sabueso, son perros de rastro. Tal es el caso del perro tejonero alpino y del rastreador de Hanover.

Además, el grupo incluye a perros de caza semejantes que no son estrictamente perros de rastro (no siguen la caza exclusivamente mediante el olfato) pero que pueden ser empleados para esta función, aunque con menor efectividad. Entre estas razas semejantes se encuentran el dálmata y el rhodesian ridgeback.
Perros de caza - galgos2. Galgos o lebreles

Los galgos, también llamados lebreles, son perros delgados y de constitución ligera que siguen la presa mediante la vista. Estos son los perros más veloces que existen y, como perros de caza, son útiles para perseguir y capturar presas rápidas.

A pesar de ser perros delgados y de constitución ligera, los galgos son perros fuertes capaces de abatir presas poderosas. Estos perros de caza se presentan en diferentes tamaños, pudiendo ser empleados tanto para la caza mayor como para la caza menor.

Algunos ejemplos típicos de galgos de caza son el lebrel afgano, el lebrel ruso para la caza (Barzoi) y el Whippet, pero quizás el galgo de caza más conocido es el greyhound.


3. Perros terrier

Los terrier son perros de caza muy particulares. Si bien originalmente fueron empleados para cazar pequeños animales en sus madrigueras, la versatilidad de estos perros hizo que se extendiera su uso a otras tareas diferentes.

Los terrier son perros excelentes para la caza de ratas, zorros, tejones y conejos, entrando a las madrigueras de esos animales y forzándolos a salir, o matándolos dentro de sus mismas madrigueras. Sin embargo, también son excelentes cazadores sobre tierra.

El ejemplo más típico de estos perros es el fox terrier que, como su nombre sugiere, fue empleado para cazar zorros.

Por supuesto, también existen terriers que no son perros de caza. Entre éstos se encuentran los terrier pequeños de compañía, como el yorkshire terrier, y los terrier tipo "bull", como el pitbull.
4. Perros de agarre

Los perros de agarre son perros de caza fuertes y poderosos que sujetan la presa para que el cazador la mate. Pueden ser de diferentes razas, dependiendo de la presa que se vaya a cazar, pero suelen usarse perros molosoides para esta tarea.

Estos perros de caza son muy apreciados entre quienes practican la modalidad de caza conocida como montería, y se suelen incluir de dos a cuatro de estos perros en la rehala, siendo cuatro el número más frecuente.

Entre los perros de agarre se pueden mencionar al dogo argentino, que tiene mucha popularidad en América del Sur, y al alano español, raza muy apreciada por los cazadores de España.
5. Perros de muestra

Estos perros de caza se especializan en detectar la presa y señalarla. De ahí viene su nombre genérico, ya que son perros que muestran al cazador dónde está la presa. También es de esta particular forma de cazar de donde viene su nombre en inglés, ya que en ese idioma estos perros de caza se conocen genéricamente como pointers.

Estos perros se utilizan para cazar presas pequeñas, principalmente aves. Dada la peculiar manera de cazar que deben llevar a cabo, esto perros no deben levantar la presa (ahuyentarla), sino solamente señalarla. De esta forma, cuando el cazador llega al lugar, puede levantar la presa y disparar cuando ésta sale volando.

De acuerdo con la clasificación de la FCI, existen perros de muestra continentales y los ingleses e irlandeses. En el primer grupo se encuentran los perros de caza tipo braco, spaniel y grifón, y se pueden encontrar razas como el weimaraner, el vizsla y el perdiguero de Burgos. En el segundo grupo se encuentran los pointer y setter, destacando el pointer inglés como uno de los perros de caza más conocidos en todo el mundo.
Perros de caza - Labrador retriever6. Retriever

Se denomina retriever, o cobradores, a los perros que cobran la caza. Es decir, a aquellos perros que recuperan la presa que ha sido abatida por el cazador mediante arma de fuego.

Los retriever destacan entre los demás perros de caza por su gran versatilidad para desempeñar otras tareas diferentes a la caza. Es así que dos de las razas más populares del mundo, el labrador retriever y el golden retriever, corresponden a este tipo de perros cazadores.
7. Spaniel

Perros de caza - cocker spaniel inglésLos spaniel, o perros levantadores, cumplen una función parecida a la de los perros de muestra, pero con la diferencia de que los spaniel deben levantar la caza. Estos perros cazan dentro del rango de tiro, relativamente cerca del cazador, por lo que no es necesario que se queden apuntando a la presa hasta que llegue el cazador.

Los spaniel suelen ser perros pequeños que participan en la caza de aves. Ejemplos comunes de spaniels son el cocker spaniel americano, el cocker spaniel inglés y el springer spaniel.
8. Perros de agua

Como su nombre sugiere, estos perros participan en la cacería de aves acuáticas. Básicamente cumplen la misma función que los retriever pero en el agua.

La distinción entre retriever y perro de agua es muy tenue y artificial, ya que los retriever también son excelentes cobradores en agua, y los perros de agua son excelentes cobradores en tierra.

Entre estos perros de caza se pueden mencionar al perro de agua español, el perro de agua portugués y el perro de agua americano.
Algunas razas de perros de caza

Basenji

Basset artesiano normando

Basset hound

Beagle

Cocker spaniel americano

Golden retriever

Labrador retriever

Lebrel afgano

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La perdiz roja, la pieza reina de la caza menor, merece toda nuestra atención, como cazadores y como gestores del medio en el que desarrollamos nuestra actividad. En este artículo damos, en base al estudio realizado por los expertos, las claves para las repoblaciones de las patirrojas en nuestras áreas de caza.

El método de repoblación más utilizado a la hora de intentar reforzar las poblaciones naturales de perdiz roja consiste en la suelta, en época estival, de pollos de perdiz roja de entre 2 y 5 meses de edad, siguiendo las recomendaciones de diferentes autores como LERANOZ y CASTIEN (1989) tras un completo trabajo realizado en la provincia de Navarra, o CAPELO y col. (1996) en Portugal. Las enormes diferencias existentes entre los diferentes hábitats en que se han realizado estudios de este tipo, justificaba la necesidad de emprender una experiencia similar en otro medio tan representativo para la especie como es el que nos ocupa: el ecosistema agrocerealista, que supone prácticamente 1/5 de la distribución espacial de la perdiz roja en la Península Ibérica.
Ningún animal de granja llegó con vida a la época reproductiva siguiente, con lo cual no pudieron incorporarse al plantel reproductivo de la finca.

Por ello, los primeros estudios realizados por nuestro equipo sobre repoblaciones de perdices controladas con equipos de radioseguimiento se basaron en la utilización de animales jóvenes entre los meses de agosto y noviembre (PÉREZ y col., 2004), durante tres años consecutivos, tratando de evaluar, además de su capacidad de supervivencia, sus posibilidades de integración en los bandos de perdices autóctonas, todo ello en una época en que se produce la formación de bandos a partir de las nuevas polladas existentes en el campo.




Dispersión y área de campeo

Observamos que, desde su puesta en libertad, los movimientos de los pollos de granja fueron muy reducidos en comparación con los registrados para los silvestres, de modo que su dispersión media apenas alcanzó los 470 m, con una dispersión máxima individual de casi 1750 m (Gráfico 4). Además, las primeras mostraron sus mayores desplazamientos en días inmediatamente posteriores a la suelta, de modo que en cuanto llegaban a un sitio en el cual encontraban alimento fácil y cierto nivel de protección, las localizaciones de estos animales prácticamente no sufrían modificación alguna. En consecuencia, sus áreas de ocupación fueron de escasa superficie (poco más de 9,5 has de media) (Gráfico 5).

Gráfico 4: Dispersiones (en metros) de perdices con distinto origen.

Sin embargo, las perdices silvestres mostraron un movimiento continuo por su área de ocupación, con unas dispersiones media (1194 m) y máxima (3880 m) que casi triplicaron a las registradas para las de granja (Gráfico 4), lo cual se refleja, también, en unas mayores áreas de campeo (Gráfico 5).

Gráfico 5: Áreas de campeo (en Has) de perdices con distinto origen.

Comportamiento social y éxito reproductivo

Pese a que algunos autores optan por las repoblaciones con pollos de granja porque observan que se unen a bandos silvestres, en nuestro caso ningún ejemplar se integró en bandos. Aunque es cierto que cuatro de ellos los localizamos, en diferentes ocasiones, en las cercanías de polladas silvestres, una vez que estas emprendían la huída, se quedaban solos, de modo que en localizaciones posteriores ya aparecían aislados.

Perdiz predada por carnívoro, con plumas mordidas, huesos rotos y marcas de dientes en la antena.

Sí que se observaron con frecuencia asociaciones de 2-3 pollos de granja, a modo de bando, pero siempre se produjeron en las inmediaciones de las instalaciones de mantenimiento de otras perdices, con lo cual no pudimos comprobar si era una asociación como tal o sólo coincidencia en una zona de elección para estos animales, puesto que cuando emprendían la huída lo hacían por separado.

Como hemos visto anteriormente, ningún animal de granja llegó con vida a la época reproductiva siguiente, con lo cual no pudieron incorporarse al plantel reproductivo de la finca.

Perdiz predada por predador aéreo, con plumas arrancadas limpiamente y huesos descarnados.

En el caso de los pollos silvestres, todos ellos se integraron en bandos y, lo que más llamó nuestra atención, tanto en sus bandos de procedencia como en otros diferentes, e incluso constatamos, en diversas ocasiones, fue el intercambio de individuos entre bandos que compartían parte de sus zonas de ocupación. De todos ellos, 8 llegaron con vida a la siguiente estación reproductiva y 5 se emparejaron, si bien, debido al agotamiento de las baterías de los collares, tan sólo pudimos comprobar que 2 de ellos llegaran a incubar.

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LAS REHALAS
EL ARTE DE CAZAR CON LA AYUDA DE LOS PERROS

Existen muchas formas y maneras de realizar el arte de la caza, pero hay una en particular, que se desarrolla con la ayuda del mejor amigo del hombre, el Perro.

No vamos a descubrir nada nuevo de este animal, enumerando sus múltiples características y cualidades, pero si podemos hacer una pequeña introducción en una faceta de la caza, la cual sin la ayuda de este, no sería lo mismo.

La utilización del perro para cazar, no es algo moderno o actual, todo lo contrario. Existe documentación suficiente como para saber que la caza se realizaba desde que se conoce la existencia del hombre, y que este se ayudaba de perros. Hoy en día, se sigue empleando la mismas técnicas de caza que realizaban nuestros antepasados, pero, el papel que esta desarrollando el avance tecnológico, hace que cada vez la caza sea mas sofisticada y, si me lo permiten, artificial. Un ejemplo de que la tradición no deja pasar a la tecnología, son las rehalas; su definición obtenida en el diccionario es: “ jauría o agrupación de perros que se utilizan para la caza mayor ”, aunque no siempre se emplee para este tipo de caza. Lo cierto es que hoy estamos un poco mas familiarizados con esto gracias a los medios audiovisuales, que nos han podido aportar imágenes como la caza del zorro en el Reino Unido, en la que se sigue conservando la tradición en la forma de vestir para practicar la caza, como la utilización de los perros para la práctica de la misma.

Pero, ¿qué tipo de perros se utilizan en las rehalas?. ¿Qué características han de tener? ¿Cuántos perros se utilizan?

Dentro de las rehalas, se han de diferenciar dos tipos de perros, los rastreadores y los de agarre. Cualquier perro con un poco de adiestramiento, puede hacer estas dos funciones, pero hay varias razas, que realizan este acometido mejor que el resto, por sus características

Dentro del variado grupo de perros rastreadores, hacemos una mención especial a los sabuesos, considerados como los mejores rastreadores que existen; son magníficos y muy constantes en su labor de localizar caza. En su defecto, indicamos que es algo “tozudo”, pero no quita a que desarrolle mejor que ningún perro, la labor mencionada. Los podencos, ibicencos y mastines, formarían un grupo inmejorable como perros de agarre, atosigando a la pieza encontrada e incluso atacando con sus potentes dentaduras a los animales. Con todo esto, podemos decir que una rehala, idónea, estaría compuesta por un mínimo de 6 perros y un máximo de 25, variando el número dependiendo del propietario de la misma. También pueden intervenir mas rehalas en la misma cacería, dependiendo de la caza a efectuar y del número de cazadores.

Y para comprobar como trabajaban los perros en una montería, nos han dado la oportunidad de participar en una realizada en la provincia de Segovia, donde ha crecido el número de jabalíes considerablemente.
Desde muy temprano, fueron llegando los cazadores y las rehalas. El ladrido de los perros con ganas de empezar su búsqueda, y el frío que helaba las caras, hacía sentir un “gusanillo” en el cuerpo, y entre cafés calientes de termo y algún dulce, esperamos a que se realizara el sorteo para adjudicar los puestos; una vez realizado el sorteo, nos dirigimos al asignado. Vivimos momentos emocionantes, y pude comprobar dos agarres espectaculares, donde los perros mantuvieron una fuerte disputa con varios jabalíes, saliendo triunfadores de su trabajo; en una de estos lances, un mastín recibió un “navajazo” en un intento de huida de un jabalí; por suerte, sólo le tuvieron que dar unos puntos en una de las patas traseras. El dueño del perro, nos contó también que había visto a un jabalí, dar un “navajazo” a un cazador, cuando este, creyendo que estaba agonizando, intento dar muerte al “guarro” con un machete. Tuvo que recibir mas de 50 puntos de sutura en una de sus piernas.
Son muchas la anécdotas que existen sobre la caza con perros, y podríamos llenar páginas enteras con sus hábitos de búsqueda, su forma de morder a la pieza, o su forma de avisar a los cazadores sobre la presencia de caza, pero eso lo dejaremos para otro momento. Pero destaco sobre todo, el trabajo incansable de los sabuesos desde primera hora, siendo fieles a las labores encomendadas y constantes en su trabajo, hasta el toque de retirada, la fuerza de los mastines, que hacen ceder al mayor de los “guarros”, y a la gran comida que nos dimos, en este día que, a pesar del frío reinante, fue intenso y lleno de grandes sensaciones

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Con regularidad mecánica, completamente ajena a la peripecia vital de cada uno de los seres que sobre su superficie habitan, ajena incluso a la tragedia que un pequeño estremecimiento de su epidermis puede provocar en los humanos, la Tierra completa cada doce meses su ciclo de traslación alrededor del Sol. Y así, un año más, cuando siguiendo su elíptica órbita el planeta donde vivimos vuelva a aproximarse a la estrella a la que pertenece, la primavera despertará en el hemisferio norte. Entonces, allá para marzo o abril, la savia dormida de los árboles y los helados jugos de la tierra se removerán, los campos de España empezarán a pintarse de verdes nuevos y algunos hombres –los que sienten la ancestral vocación de la caza– sentirán la llamada del corzo.
dos Españas diferentes. Las importantes diferencias de altitud y latitud existentes entre las distintas regiones de la Península Ibérica encuentran claro reflejo en los ciclos vegetativos de las plantas y, consecuentemente, en la fenología de los animales que en ellas región habitan. No se puede, pues, teorizar de modo genérico acerca del comportamiento de corzo en abril ni tampoco sobre cómo perseguirlo, ya que a estas alturas del año la primavera habrá explotado con todo su esplendor en Andalucía o Extremadura, mientras que el invierno aún se resistirá a abandonar las tierras altas de La Alcarria, Aragón o Castilla la Vieja.
Abril es época ideal para recechar al pequeño cérvido en la mitad sur de España. Efectivamente, al llegar este mes los corzos adultos andaluces, extremeños o toledanos llevarán varias semanas con sus cuernas limpias y tendrán sus territorios bastante asentados y delimitados. Además, el estacional rebrote de la vegetación ya se habrá producido y los animales encontrarán alimento jugoso y nuevo en el interior del monte y de las manchas, por lo que ya no precisarán acudir a las siembras de cereales o leguminosas con la regularidad con la que todavía, forzados por la necesidad, lo harán sus congéneres de latitudes más septentrionales.
El que para esas fechas abrileñas los animales tengan allí sus trofeos ya completamente limpios y teñidos, en plenitud estética, y no se encuentren obligados a alimentarse en puntos localizados son, para el verdadero cazador, atractivos acicates que hacen la captura más retadora y proporcionan a la caza del corzo en abril en tales comarcas mayor aliciente.
Durante estas jornadas de principios de primavera, además, en las regiones de la mitad meridional de España el terreno permite aún al cazador el desplazamiento sigiloso, necesario para cualquier rececho. Tan pronto el sol de mayo apriete, transformando la verde yerba en un pastizal reseco y escandaloso, el silencio al andar se convertirá en una quimera. ¡Hay que aprovechar, pues, que los cardos, el calor y las cigarras están a la vuelta de la esquina!
Más al norte, sin embargo, la cosa será bien diferente. Durante las primeras semanas de abril, en efecto, en las zonas más corceras de la meseta o en las estribaciones de la Cordillera Cantábrica o los Pirineos, todavía la primavera es poco más que un deseo: el monte se encuentra aún hibernado, en los robles sólo apunta el terciopelo de sus yemas, y los espinos, majuelos y rosales silvestres –cuyos brotes y hojas buscará el corzo con deleite tan pronto asomen– no son más que leña inerte.
En tales circunstancias, los abundantes corzos que habitan estas regiones forzosamente han de recurrir para su alimentación a las siembras tiernas de cereal, que visitan a diario, mañana y tarde. En ellas los animales son particularmente visibles y vulnerables, hasta el punto de que su captura, a poco que antes de la apertura de la temporada, durante el mes de marzo, se hayan invertido algunas jornadas en labores de control y localización de ejemplares en el coto, resulta bastante sencilla, carente de la dificultad e incertidumbre que son la sal de la verdadera cacería.
En efecto, puede decirse que recechar corzos en estas comarcas muy a principios de temporada es, para el cazador que ame el reto y la dificultad, muchas veces demasiado fácil, algo comparable a cazar en mano perdices casi todavía igualonas a primeros de octubre, en años en que todavía no ha llovido para entonces, o tirar azulones en la misma época, recién salidos del eclipse y concentrados en las pocas aguas que el estiaje ha respetado. ¡Qué diferencia con el reto –y la consiguiente satisfacción– que esas mismas piezas pueden proporcionar al aficionado un par de meses más tarde, cuando los fríos hayan sacado sus uñas y el transcurso de unas cuantas semanas de temporada les haya enseñado a vender caro el pellejo!
Aun así, y dejando establecido de antemano que al que ya lleve unos cuantos Capreolus en su haber no le gratifica lo mismo la cobra de un corzo veraniego, arrebatado entre dos luces a la umbría espesura de un bosque en un lance apresurado y difícil, que un trofeo logrado en los albores de la primavera de un sencillo disparo a la espera en una siembra naciente, no deben despreciarse las ocasiones que el inicio de la temporada corcera ofrece.
Y es que la caza a primeros de abril también tiene un lado positivo, que debe tenerse en cuenta; aunque entre un trofeo de corzo tardío –oscuro ya por la savia o la resina de la vegetación pero con blancas y afiladas puntas y perlas bien pulidas como consecuencia de meses de frotamientos en el monte– y una cuerna prematura, de color desvaído y con abundantes restos de correal aún entre el perlado, como son las cobradas en las primeras semanas de temporada, uno tenga claro qué prefiere.
Ventajas de cazar ahora. El particular ciclo vital del Capreolus capreolus, diferente del de nuestros otros cérvidos como el ciervo o el gamo, hace que al inicio de la primavera los machos de la especie concluyan el proceso anual de renovación de sus cuernas y, dotados de armas nuevas, acometan la afanosa delimitación y defensa de territorio. Esta labor territorial será su principal objetivo en los meses venideros y en ella invertirán una parte importante de su energía.
Lo acusado de este comportamiento en el corzo permite afirmar que, una vez el animal ha escogido un determinado feudo y se ha asentado en él, raramente se moverá de allí en los meses venideros, al menos hasta que el período territorial de la especie concluya, allá para el mes de septiembre. Localizado pues un ejemplar, sólo es cuestión de insistencia –salvo que la suerte se ponga muy en contra– lograr ponerlo a tiro. El decidir cazarlo o no durante las primeras semanas de la temporada, cuando resulta más visible tanto por su mayor actividad de marcaje y delimitación de su territorio como por la menor disponibilidad de alimento y cobertura, corresponde a cada cazador o responsable de coto.
A favor de cazar pronto pesa, desde un punto de vista biológico, el hecho de que cuanto antes se retiren de un territorio los ejemplares adultos que el necesario plan de caza y gestión estima como admisibles anualmente, más posibilidades hay de que los huecos dejados por ellos sean cubiertos por otros animales de similar rango y jerarquía. Extrayendo temprano la renta cinegética anual de un coto, efectivamente, la población de Capreolus cuenta con varios meses de plazo por delante para reestructurarse, de manera que, a la llegada del celo, cada territorio contará nuevamente con un macho dominante, de contrastado vigor y demostrada fortaleza, idóneo para padrear.
La caza tardía, en junio o julio, puede por el contrario crear huecos en la estructuración social de la población no demasiado deseables. Debe señalarse que recientes investigaciones con animales radiomarcados han indicado que es excepcional que, incluso en territorios con escasez de machos, alguna corza se quede sin cubrir ya que, llegado el celo y si resulta necesario por no haber ningún corzo en la vecindad, las hembras realizarán largas excursiones en su busca.
Por otra parte, también ha de tenerse en cuenta la ventaja de que durante las primeras semanas de la temporada resulta sencillo –por el diferente estado en el desarrollo de su cuerna, que presenta un adelanto de algunas semanas en su proceso de formación y limpieza– diferenciar a los machos maduros de los juveniles.
Efectivamente, todos los corzos que en Burgos, Soria, Palencia o Guadalajara, por ejemplo, presenten la cuerna limpia para primeros de abril, serán ejemplares adultos que tendrán, salvo excepciones, cuatro o cinco años de edad al menos. Los animales más jóvenes, de segunda o tercera cabeza –y desde luego los de primera–, descorrean más tarde y para esas fechas inaugurales presentarán su cuerna aún cubierta de borra.
Conforme a ello, si a principios de temporada se analizan con cierto detenimiento los diferentes ejemplares del coto, resultará posible adjudicar a cada uno con bastante fiabilidad un rango de edad, lo que a su vez facilitará la toma de decisión acerca de si procede su caza o si, por el contrario, corresponde respetarlo. Más avanzada la estación, en junio por ejemplo, se abatirán inconscientemente muchos corzos jóvenes de buen futuro, debido a que entonces la diferenciación en el monte entre ellos y animales de más edad resulta muy difícil o incluso imposible.
Por otra parte, es bien cierto que en las primeras semanas de la temporada se observan con frecuencia ejemplares –normalmente los más viejos y difidentes– que más tarde desaparecen en el monte y ya no vuelven a dar la cara. Tales ejemplares sólo ofrecen alguna oportunidad de caza en estas primeras fechas, y no abatirlos entonces significa con frecuencia renunciar definitivamente a ellos.
También, sin duda, es el momento de retirar del coto –en este caso sin atender a demasiadas consideraciones de edad– aquellos animales que, caso de ser el cazadero atravesado por alguna carretera y encontrarse aquerenciados en sus cercanías, son susceptibles de causar accidentes de tráfico. Todos los años, desgraciadamente, se producen víctimas por colisiones con corzos, y está demostrado que una adecuada labor preventiva con el rifle en las cercanías de las vías de mayor riesgo puede ayudar a reducir la siniestralidad.
Recomendaciones para la caza en abril. La persecución del corzo al inicio de la primavera presenta, como no podía ser de otra manera, características que la diferencian de la caza más tardía. El aficionado ha de amoldarse por ello tanto a las temporales circunstancias del entorno que ha de servir de escenario a la cacería como a las características vitales de la pieza perseguida. Y, en abril, lo cierto es que ambas cosas ayudan al éxito.
Por un lado, la menor cobertura vegetal hace al corzo sin duda más visible y vulnerable. Bien lo saben las organizaciones de cacerías de corzos, por ejemplo, en algunos países del Este, cuya experiencia de décadas les hace ser conscientes de que la garantía de éxito es muy superior en los viajes que tienen lugar en las primeras semanas de la temporada. No hay allí peor enemigo para el cazador de corzos que el crecimiento de la yerba o las cosechas, y en España tampoco es de otra manera.
Pero, además, el corzo para estas fechas se encuentra saliendo del invierno, con sus reservas corporales agotadas y necesitado de recuperar peso y vigor con rapidez para afrontar en buenas condiciones los retos vitales de los meses venideros: defender el territorio y estar en condiciones de cubrir, llegado el celo, al mayor número de hembras posible.
Por ambas razones precisa alimentarse con mayor frecuencia de lo habitual, ya que el corzo es animal de estómago pequeño y difícilmente puede aguantar desde el amanecer hasta la caída de la tarde sin comer. Esto sólo podrá hacerlo –y no siempre– más adelante, cuando ya haya recuperado reservas y el calor de las horas centrales del día invite al sesteo.
En abril, sin embargo, los animales necesitan ganar peso rápidamente –en un par de meses pueden llegar a engordar hasta un 20 o 25 por ciento de su peso inicial– y para ello han de alternar períodos de rumia con otros de alimentación. Cada tres o cuatro horas, pues, el Capreolus capreolus necesitará buscar alimento y con este fin, en las frías regiones de la España interior, habrá de acudir a los pocos puntos donde en esas fechas tempranas puede hallarlo: las siembras de cereal de ciclo largo.
En estas comarcas de la España interior suele aún helar de madrugada, y debe saberse que en tales circunstancias los corzos renuncian a alimentarse hasta que el sol levanta y deshace la escarcha y la brisa orea la siembra. Madrugar, pues, contra lo que la mayoría piense, es en estas fechas muchas veces innecesario, pues en zonas tranquilas será mucho más habitual descubrir a los corzos almorzando brotes de cereal a media mañana que haciéndolo al amanecer, entre dos luces.
En Andalucía, Montes de Toledo y las zonas de influencia atlántica y menor altitud de la cornisa cantábrica, las circunstancias, como ya queda dicho, son bien otras y el corzo no se halla para estas fechas tan condicionado en su comportamiento. Los animales tienen ya comida en cualquier parte y para poder tener ocasión de disparo será menester recechar con cuidado los puntos más querenciosos de su territorio, sin menospreciar la alternativa de algún aguardo que domine tanto estos lugares como las posibles fronteras del territorio del corzo, que él, en su afanosa labor de marcaje y defensa, recorrerá diariamente. Habrá, pues, que cazar ya de verdad.

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caza menor:

La caza menor queda caracterizada por el tamaño de los animales a capturar y no estrictamente por la forma o la modalidad de la cacería. Se ejercita, pues, sobre piezas de pequeño tamaño tales como la perdiz, la tórtola, el conejo, ciertas aves acuáticas, especies migratorias, etc.

El Real Decreto 1095/1989 establece cuáles son las especies cinegéticas de caza menor. Es una caza muy popular y ampliamente difundida por todo el territorio español.


Sus principales modalidades son:

- En Mano
- En Ojeo
- Al salto con perro
- Reclamo
- Al Paso

La caza en mano es aquélla practicada por varios cazadores conjuntamente, abiertos en ala y a una distancia aproximadamente equidistante, generalmente ayudados por perros, con el objeto de batir el campo. Cada mano se compone comúnmente de una partida de entre dos y seis cazadores. Es una modalidad muy popular y generalizada que se practica para las diferentes especies de caza menor y que reúne los alicientes de ser una caza en equipo y con perro, que además requiere de un cierto esfuerzo físico.

El ojeo es una de las modalidades tradicionales de la caza menor española, practicada normalmente sobre la perdiz roja, la especie más representativa de la caza menor en España. Sobre un terreno predeterminado se colocan los puestos o pantallas -alrededor de una docena- en disposición, normalmente, semicircular. Los ojeadores o batidores (en número de dos o tres por escopeta) se colocan en la dirección opuesta a la de las pantallas y también en semicírculo. Avanzan hacia los puestos y profieren voces haciendo ruido con el objeto de dirigir las perdices, levantadas y en huida, hacia los cazadores. Esta acción de ojear ha de realizarse de tal manera que se impida que las perdices se aplasten asustadas dando lugar a grandes concentraciones que, al arrancar el vuelo en grupos, darían poco aprovechamiento cinegético al tirador. El objetivo es que las perdices rompan a volar de manera natural, gradual y progresiva y así entren a los puestos de forma continua y "chorreada" permitiendo mayores oportunidades de disparo.

La caza al salto -con o sin perro- es probablemente una de las modalidades más duras y esforzadas y más practicadas por los cazadores en el campo español. El cazador en solitario avanza por el terreno levantando las piezas siendo su conocimiento de los territorios, de las especies y de las reacciones de los animales, además de una buena preparación física, las claves de los resultados de la cacería. Es por definición la caza al salto con perro -"caza menor con perro"- la modalidad reina de las disciplinas cinegéticas, objeto también de competiciones deportivas de alto nivel.




En esta modalidad de caza, el reclamo, -un macho de perdiz enjaulado-, atraerá a sus congéneres salvajes durante el periodo del celo hasta entrar en plaza aproximadamente a unos quince metros del puesto del cazador. La jaula con el reclamo ha de colocarse sobre un pequeño promontorio consistente en alguna piedra o arbusto ligeramente elevado llamado "pulpitillo". El elemento más importante de esta forma tradicional de caza no es tanto el lance final y el disparo como el comportamiento del reclamo.

Esta modalidad es especialmente ejercitada para la caza de palomas, tórtolas, zorzales y aves acuáticas. Los cazadores esperarán ocultos, perfectamente cubiertos y camuflados para no ser descubiertos, en puestos establecidos en el paso natural y querencioso de las aves mencionadas en sus distintas trayectorias hacia las zonas de alimentación, bebida, sesteo o dormidero.


Se caracteriza por el mayor tamaño de las piezas sobre las que se ejerce la acción cinegética y no en general por la forma o modalidad de la cacería.
Se ejercita en España sobre una serie de especies como el jabalí, el corzo, el ciervo o venado, el gamo, el muflón, la cabra montés y el arrui.

Sus modalidades son:

- Montería
- Rececho
- Batida
- Selectiva
Espera

En España es el jabalí la pieza de caza mayor que soporta más presión cinegética mientras que la más representativa y específica de la fauna cinegética mayor española es la cabra montés, especie única en el mundo.
Últimamente el rececho del corzo está alcanzando una gran popularidad basada en la expansión territorial y poblacional de esta especie.

La modalidad más difundida y más tradicionalmente española es la montería. También es muy popular entre los cazadores españoles la espera o aguardo a los jabalíes.








Es la montería la más clásica y tradicional modalidad de caza mayor española. En ella se abaten generalmente jabalíes y venados, aunque también otras especies como el gamo y el muflón. En un monte o mancha de varios cientos de hectáreas se dispone una serie de armadas, o líneas de puestos con cazadores, que rodean y cubren el terreno. Según su particular ubicación en la mancha las armadas reciben diversos nombres (cuerda es la más alta; sopié la más baja; traviesa la que atraviesa o se encuentra generalmente en medio de la mancha). Desde un extremo determinado, o desde más de uno, se procede a la suelta de las rehalas que, conducidas por sus respectivos perreros, batirán la mancha en diversas direcciones con el objeto último de que las piezas de caza en su huida traten de atravesar las líneas de monteros o sean avistadas por estos. A pesar de la apariencia de acción muy planificada, lo cierto es que la montería es una modalidad de caza que requiere de la máxima observación, atención, silencio y puntería (en blanco móvil) por parte del cazador y que ofrece inmensas posibilidades de escapatoria a jabalíes y venados. Es posible todavía en la montería tradicional española y en algunas zonas de nuestra geografía observar a los rehaleros vestidos a la antigua usanza y provistos de trabucos.

El rececho, junto al aguardo, constituye probablemente una de las modalidades de la caza mayor en la que el cazador se integra más perfectamente en el entorno natural, ejercitando una acción individual en la que el aficionado, a pie, trata de localizar y aproximarse a las reses durante el día para realizar el disparo en las mejores condiciones una vez valorado el animal que va a intentar abatir. En España, y dadas las características del terreno y de la fauna que lo habita, la aproximación se realiza a partir de una visualización directa del animal (ayudándonos de prismáticos generalmente). Con la excepción del jabalí, que se caza generalmente en montería y a la espera, todas las especies de caza mayor española son cazadas o susceptibles de ser cazadas en la modalidad del rececho, algunas de ellas sobre todo en momentos especiales como la berrea o la ronca.

La batida admite numerosas similitudes con la montería tradicional española aunque algunas diferencias la caracterizan como una modalidad distinta. La batida puede realizarse con o sin perros (a diferencia de la montería donde la utilización de rehalas es esencial) y el terreno o monte suele batirse en una sola dirección y hacia o en provecho de una sola línea o armada de cazadores. El terreno batido suele ser menor que en la montería así como el número de escopetas. En ocasiones, como se ha señalado, los perros son sustituidos por personas que profiriendo gritos y haciendo ruido tratan de conducir las piezas en su huida hacia la línea de cazadores. Jabalíes, zorros, lobos y ocasionalmente en algunas Comunidades venados, gamos o corzos constituyen piezas habituales en las batidas. El gancho, muy popular en nuestros montes, puede ser conceptuado como una pequeña batida practicada por unos pocos cazadores y con un escaso número de perros o incluso sin ellos.

La caza selectiva no constituye propiamente una modalidad sino que puede ser realizada bajo el formato de cualquiera de las modalidades señaladas en esta sección, aunque se ejercita generalmente al rececho y ocasionalmente en algunas batidas, monterías y aguardos. El principio y el sentido de esta caza es el necesario control de la biomasa y de las poblaciones animales existentes en determinados espacios y ecosistemas, en orden al más correcto mantenimiento de su salud genética y del número óptimo de ejemplares de cada especie. Esta caza selectiva se realiza de acuerdo con unas prorratas prefijadas de edad, tamaño, sexo, animales enfermos o depauperados...




La espera o aguardo es, junto a la montería, la modalidad más practicada para cazar el jabalí en España, especialmente durante los atardeceres y las noches de los meses de verano. Comprobadas las querencias, los pasos "fijos", los lugares de alimento o baña de los animales, el cazador esperará oculto a una distancia prudencial teniendo siempre en cuenta la dirección y el sentido del viento. Esta modalidad requiere de una gran paciencia y silencio por parte de sus practicantes y es básicamente nocturna y solitaria por lo que las noches de luna llena son muy propicias para practicarla.

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como enpezar la entrada de un cazador si no es haciendo referencia a uno de los cazadores mas grandes, que ha escrito en defensa de los cazadores y "criticando la falsa caza".

Narrador español. Nació en Valladolid en 1920. Premio Nadal de Novela en 1947, ha publicado La sombra del ciprés es alargada (1948), Aún es de día (1949), El camino (1950), Mi idolatrado hijo Sisí (1953), La hoja roja (1959), Las ratas (1962), Cinco horas con Mario (1966, cuya adaptación teatral es de 1979), Parábola del náufrago (1969), Las guerras de nuestros antepasados (1975, adaptada al teatro en el 1990), Los santos inocentes (1981, llevada al cine por Mario Camus), Mujer de rojo sobre fondo gris (1991), Coto de caza (1992). Muchas de sus obras tiene que ver con el mundo de la caza, lo que explica su caracterización como "cazador que escribe": desde el Diario de un cazador (1955) y Diario de un emigrante (1958), hasta El libro de la caza menor (1964) o Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo (1979) entre otras obras, a las que hay que añadir aquellas que reflejan también su interés por la pesca, el fútbol y la vida al aire libre. Es también autor de los cuentos de La mortaja (1970), de la novela corta El tesoro (1985) y de textos autobiográficos como Un año de mi vida (1972). Entre los motivos de su obra destaca la perspectiva irónica frente a la pequeña burguesía, la denuncia de las injusticias sociales, la rememoración de la infancia, por ejemplo El príncipe destronado (1973), la representación de los hábitos y el habla propia del mundo rural, muchos de cuyos términos y expresiones recupera para la literatura. La novela Diario de un jubilado (1995) es un retrato irónico y tierno sobre la vida y las relaciones entre dos viejos que alcanzó un gran éxito de público. Su última obra fue, He dicho, una colección de ensayos sobre los temas más diferentes pero muy propios del mundo de Delibes, por lo que en realidad es una semblanza autobiográfica. Además del Nadal, ha recibido el Premio de la Crítica (1953), el Premio Príncipe de Asturias (1982), el Premio Nacional de las Letras Españolas (1991) y el Premio Cervantes (1993).


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