El porque de la cornamenta de los ciervos.
miércoles, 26 de mayo de 2010
En la Naturaleza absolutamente nada carece de una razón valedera que justifique su existencia.
Fotografía. Magnífica cabeza de un animal salvaje cobrado en Argentina. Estos especimenes, con sus esplendorosas cornamentas son los que intrigaron durante tanto tiempo a la Honorable Sociedad de Monteros del Mundo, y junto a ellos a los científicos.
Las Leyes de Conservación de la Energía y la (hipotética) ley de la Razón de Ser de una Función son dos de las prioridades de nuestra creadora, por lo tanto sería impensable que la misma incurriese en gastos de tiempo y energía en experimentos y desarrollos banales, como sería el de decorar la cabeza de un animal con la sola finalidad de acabar con un congénere o de alegrarle la vista a los demás.
Aceptando ésta premisa, la cual hasta ahora nadie a demostrado incorrecta, la Ciencia y los cazadores no hemos dejado de hacernos una pregunta capital (al menos para los cazadores exclusivos de trofeos, entre los que NO me incluyo) La pregunta es, ¿qué función cumple la cornamenta en los ciervos?
En el nivel popular y través de los tiempos las teorías en boga fueron varias, mientras que por su lado los Biólogos y Veterinarios mantenían un pertinaz silencio.
Entre las teorías populares más comentadas figuraba aquella que mantenía que la cornamenta (junto con otras apófisis y excrecencias, como los cuernos únicos del rinoceronte o los dobles del búfalo) era un arma mortal de combate.
Según ésta teoría la misma existiría para ser empleada específicamente contra los adversarios durante las escaramuzas mantenidas para establecer la predominancia sexual, lo cual no deja de ser parcialmente cierto. La parte verdadera es que la cornamenta sirve para amedrentar o disuadir al adversario, no para matar, ya que cuando eso ocurre es por error, desde que el deceso de un animal en condiciones de reproducirse no figura dentro del plan maestro de la Naturaleza.
LAS DIFERENTES TEORÍAS.
La parte incorrecta era aseverar además que el portador de la mayor cornamenta resultaba invariablemente en el triunfador.
Fotografía. Restos de un Ciervo de los Pantanos (Blastoceros) salvaje bien desarrollado. Estos animales llegan a sobrepasar las 40 puntas, pero en condiciones de libertad absoluta la cornamenta de la foto puede considerarse como aceptable.
Probablemente hace 3 décadas atrás se demostró que entre dos ciervos sin diferencias en el tamaño de la cornamenta, era aquel de mayor peso corporal el que triunfaba, y que entre dos ciervos con diferencias entre el tamaño de su decoración cefálica, era también el de mayor peso el triunfador, con alguna incidencia sobre los resultados de la justa por parte de la edad, demostrando que la experiencia también cuenta.
Sí bien la teoría popular y otras tantas infundadas y banales fueron descartadas oportunamente, la pregunta entre los científicos jamás murió. Sí la cornamenta de los ciervos, con su enorme costo metabólico representa el tejido con mayor velocidad de crecimiento dentro de todos los tejidos animales, el hecho debía de tener una razón muy importante para justificar su existencia. Pero ¿cuál era?
Éste tejido óseo de los ciervos (y de ahora en más tomaremos a la cornamenta del ciervo rojo como ejemplo) es un tejido que se repone en forma anual, y que insume una enorme cantidad de sales de Calcio y Fósforo para su crecimiento.
Estos minerales, que sí bien están presentes en la Naturaleza, no abundan exactamente. Los necesarios para la formación de la cornamenta son tomados año tras año del pool de reserva que los ciervos mantienen en su esqueleto, exponiéndolos a un alto grado de expoliación de estos minerales y proteínas, lo cual y teniendo en cuenta que el Calcio es fundamental para la contracción cardíaca (entre otras cosas), se convierte en una fuerte carga para el animal.
Una perdida tan alta de estos dos minerales, más las proteínas necesarias para la formación del hueso tiene que tener una explicación muy sólida, o de lo contrario la Naturaleza no hubiese mantenido dicho gasto metabólico ni diez días, menos aún tres millones y medio de años como lo ha hecho.
La pregunta entonces es, sí el tamaño de los cuernos no determina quien se aparea, ¿porqué la Naturaleza se ha empeñado en someter año tras año a una carga metabólica tan pesada a estos animales?
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