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LOS GUARROS Y LA LUNA

miércoles, 26 de mayo de 2010


Mitos y realidades sobre el ciclo lunar en relación con la cacería de aguardo.


“esperistas nocturnos”, particularmente aquellos dedicados al aguardo del jabalí, las tres fases del ciclo lunar, de las cuales dependen los resultados del lance, son algo misterioso, plagado de mitos y habladurías.

Entre los cazadores de acecho que juegan por las reglas de “fair play”, esto es se caza con la ayuda de la luz de la luna solamente, no hay dos que al respecto piensen igual y logren ponerse de acuerdo sobre cuando es el mejor momento dentro de ese ciclo (luna creciente, llena y menguante) para armar un aguardo.

Incluso hay algunos individuos totalmente inflexibles respecto a sus opiniones, y extremadamente específicos en sus preferencias en cuanto a cual es el mejor momento dentro del ciclo para cazar. Sin embargo, cuando se les solicita que fundamenten dichas convicciones, por lo general no pueden esgrimir ni tan siquiera un solo argumento razonable. Pero, ya sea de boca de ellos, o de otros, aún no he escuchado una explicación que me satisfaga o que explique a fondo la lógica de todo el embrollo.

He escuchado decir, con una seguridad que no deja lugar a las dudas, que para dar caza a un “catedrático” no hay otra salida que montar un aguardo durante la luna creciente, exactamente en el período que abarca los cuatro primeros días de dicha fase. Es más, la persona de quien escuché la sentencia inapelable parece convencida de que ese es el único momento en que se puede lograr tamaña hazaña.

Bien, me consta que más de un “chancho viejo”, y con el post grado completo en supervivencia, se ha topado con un plomo bien puesto entre oreja y oreja a plena luna llena, y otros cuantos más con la misma luna pero en cuarto menguante, lo cual pone en tela de juicio una aseveración enunciada con tanta convicción.

Lo que sospecho es que los factores que dictan cual es el mejor momento para cazar un animal específico dependen de tantas variables que, por el momento, es difícil encuadrar todas las alternativas bajo el manto de una sola regla general. Es más, hace años que vengo tomando nota de detalles, condiciones climáticas, ángulo de la luna y no sé cuantas virguerías más en de cada cacería, y a pesar de ello aún no he llegado a descular el misterio, aunque claro está, no puedo considerarme un “iluminado” en esto de la astronomía aplicada a la caza.

En otras palabras, no me atrevería a aseverar que el cuarto creciente resulta mejor que el menguante y viceversa, o que durante la luna llena es mejor no perder el tiempo montando una espera, como se dice por allí. Llevamos tantos milenios “aguantándole la vela” a los macarenos, que de haber algo cierto, el secreto del éxito sería moneda corriente hace centurias. La disparidad de opiniones que en la actualidad existen indica todo lo contrario.

Para intentar llegar a alguna conclusión lógica partamos de hechos comprobables, y después de repasarlos que cada uno podrá sacar sus conclusiones. Con un poco de suerte algún lector avezado dará con la tecla, y nos lo dejará saber.

Para comenzar los suidos son animales, que al igual que los humanos, utilizan la glucosa (azúcares) como combustible. Eso hace que cada cuatro horas es conveniente para ellos ingerir algo, a fin de impedir que esos niveles desciendan peligrosamente. No sé sí los suidos comen cada cuatro horas. Es más; sospecho que comen cuando se les ofrece la oportunidad o les viene en gana, y que en esa ocasión comen todo lo que pueden, dependiendo de la oferta y la situación. Es un poco lo que hacemos nosotros y se llama gula.

Animales como éste aparecen en cualquier momento, lugar o luna, aunque solo ellos saben cuando y donde lo harán.

Pero lo que sí se es que tienen que comer al menos dos veces por día, o de lo contrario se ponen de muy mal humor (los bajos tenores de glucosa afectan la función del lóbulo frontal, donde al menos en los humanos se ubican los centros del humor) Y cuando un “chancho” entra en hipoglucemia, o sea que siente hambre, comerá, haya luna llena o no. La cuestión es saber en que lugar lo hará, y que momento escogerá para ello, pero de que “saldrá” a cenar puede estar seguro. Esto, y el hecho de que las glucemias no varían con las fases de la luna, es lo primero que deseo tengan en cuenta.

El segundo factor a considerar es el arco de la luna, o sea cuando sale y cuando se pone, y las sombras que se forman en su recorrido. Como ésta es una variable que no se mantiene constante a lo largo del ciclo, es necesario tenerla en cuenta. Un animal que haya tenido experiencias “desagradables” bajo la luz de la luna (léase encuentros cercanos con La Parca por haber sido tiroteado hasta el cansancio), saldrá a comer igual todas las noches, pero evitará las horas en las que el astro brilla más. Serán guarros, pero no son tontos.

Particularmente un animal experimentado evitará aquellos lugares descampados (canchas de tiro abiertas), que es donde por conveniencia los cazadores solemos montar los aguardos, como ser alrededor de charcas o cebaderos artificiales, donde la escasa protección visual que brindan los lugares descampados le resultará poco acogedora.

El juvenil que supo eludirme durante tres días consecutivos gracias a la adaptación de sus patrones de conducta al medio circundante.

Y que son concientes de esto, de la falta de cobertura, no me caben dudas. Recuerdo un padrillo que no pasó de los cuatro años, pero que ya sabía del peligro, y que durante tres noches me tomó por tonto. El muy ladino entraba al comedero cada vez que las nubes tapaban a la luna, llegando a repetir la hazaña de fastidiarme con el mismo truco en más de una oportunidad por velada. Simplemente salía de su escondrijo cada vez que la luz declinaba, hasta que en una oportunidad cometió un error de apreciación en cuanto a mi visión nocturna. Su trofeo es uno de los pocos que conservo, en honor a su inteligencia.

Esto prueba un segundo hecho: que los animales, dependiendo de su edad y de su sexo (ya veremos por que el sexo también influye), son capaces de desarrollar conductas adaptativas. En otras palabras, un jabalí que haya sido perseguido por sus defensas (como los machos adultos), aprende rápidamente a evitar ciertos lugares de los cuales salió “sorprendido” por ese ruido y aquel fogonazo en medio de la noche, más aún sí el episodio terminó con una herida dolorosa pero no mortal.

Hasta aquí uno podría decir que más que las fases del período lunar lo que establece cual es el mejor momento para cazar un “determinado” animal depende de; a), la hora de salida y entrada de la luna, así como de las sombras que forma sobre el cenadero o la aguada, b), de la experiencia previa del animal en cuestión y, c), de las características del terreno donde se monta la espera.

El lector habrá notado que en el párrafo anterior he hecho hincapié en la palabra “determinado”. ¿Por qué? Simplemente pues creo que existen dos tipos de expectativas cuando uno se decide a montar una espera; aquella que tenemos para cazar un trofeo, por lo general un animal viejo, o cuando partimos decididos a abatir un animal más joven, en éste caso dedicado la olla. ¿Qué los chanchos con grandes defensas también se pueden comer? Cierto, ¡pero no saben ni la mitad de bien que los chiquitos!


Cuando se sale a "hacer carne", la regla es que a menor tamaño mejor sabor. La fotografía más abajo insertada corresponde a una de esas "salidas", como loindica el reducido tamaño de la presa.

Como sea, esta diferencia de “tipos de cacerías” también marca una actitud por parte nuestra y un horario preferencial dentro del cual se moverá el tipo de animal que esperamos salga, particularmente en zonas donde se caza mucho por el trofeo y poco por la carne, despreciando a los animales jóvenes y a las hembras.

En éstas áreas de gran presión cinegética en pos de trofeos ocurre que los animales jóvenes, que nosotros denominamos “parrilleros” por motivos obvios, no son casi molestados por el cazador, suelen dar poca o ninguna importancia a la presencia o ausencia de la luna, independientemente de que sea llena, tres cuartos o menguante y como no son activamente depredados simplemente salen a comer cuando les entra el apetito, aún con plena luz solar, aunque por lo general lo hacen al final de la tarde y con la caída del sol, cuando aún quedan buenos 90 minutos de luz decente (para disparar)

Sin embargo ese comportamiento cambia con la edad y con cada uno de los sexos. A partir de los dos años los machos comienzan a apartarse de la piara. Al andar solos, o en grupos de no más de dos animales, se torna más sencillo para el cazador en medio de la noche determinar el sexo de lo que tiene en la mira, y como con el sexo vine el trofeo (en éste caso las defensas) es allí donde comienzan los problemas para los animales de sexo masculino con las armas y los humanos, y es también allí, donde sí logran salir vivos de las primeras escaramuzas, cambian sus hábitos y se tornan noctámbulos y esquivos a la luz.


Los parrilleros no solon dan buena carne para el asador; sus cuartos suelen hacer buenos jamones, algo a tener muy en cuenta.

¿Cual es la implicancia de ésta selectividad por parte del cazador y cómo incide esto en la caza de acecho nocturno? Los machos adultos y con defensas desarrolladas aprenden, o intuyen, que por algún motivo para ellos desconocido, las posibilidades de ser tiroteado son mucho más altas que las de una hembra y sus crías, y que la conjunción de una noche clara, independientemente de que sea por una luna llena, creciente o menguante, con espacios abiertos que remeden a un tablado iluminado son una mala combinación para la integridad de su piel. Y por todo esto hacen su aparición en escena tarde, muy tarde, cuando ya la mayoría de los cazadores ha abandonado la espera.


Durante el invierno, el frío, aún bajo refugio, atenta contra las largas esperas.

Por último habría que mencionar la implicancia que la posición de la luna en el firmamento presenta sobre la actividad de los animales, hecho que ha sido estudiado con bastante detenimiento por los pescadores.

Sí toma una tabla Maorí o Solunar, como se las denomina, verá que en la misma se indican los horarios “pico” de actividad, lo que quiere decir que en esos períodos es cuando más activos se mostrarán los animales en procura de algo sólido para masticar. El problema es que esos picos suelen darse en medio del día, a plena luz solar. ¿Significa eso que las tablas están erradas? No lo creo. Lo que si significa es que los jabalíes, incluyendo a los machos adultos, probablemente se encuentren en la cúspide de su ingesta, aunque claro está en lugares selectos, los cuales serán invariablemente en medio de la espesura y fuera del alcance de su vista.

Concluyendo, no creo que exista un período del ciclo lunar que sea notoriamente mejor que los otros dos para abatir un jabalí trofeo, aunque es probable que en alguno de estos períodos las cosas resulten menos sacrificadas para el cazador. Lo que sí creo es que uno debe de tener en cuenta esas cuatro variables que se mencionaron, y que basado en esa información hay que tratar de fraguar un plan de acción que cuente con las mayores posibilidades de resultar en un ganador, aunque sin olvidar que es muy probable que, además de lo expuesto, los macarenos tengan su propio libreto, el cual aún no conocemos en detalle. Aún así, y mientras nadie demuestre estadísticamente que se abaten más animales en una fase que en otra, habrá que continuar intentando hasta dar con la bola de cristal que nos deje saber cual es el momento “mágico”. Hasta entonces le deseo mucha suerte.

Cebadero con manzanas, un gran atractivo natural que atrae multitudes. Los animales cebados de ésta forma, y más si han sido suplementados con maíz, son particularmente sabrosos.

Mientras tanto, y en cuanto a la explicación de por que hay sujetos que insisten en forma desmedida en cazar dentro de los primeros cuatro días de la luna creciente sospecho que los verdaderos motivos que se esconden detrás de esa idea están más relacionados con la pereza humana y con algún defecto de visión, que con oscuras explicaciones sobre el poder y el encanto de la luna en ese período.

Resulta ser que la luna creciente sale antes, esto es más temprano, que la llena o la menguante. ¿Que implicancia práctica tiene esto para el cazador? Simplemente que el período de espera se ve considerablemente reducido, y que con un poco de suerte el cazador podrá estar de regreso en su lecho para antes de la medianoche. No es lo mismo cazar con luna a las nueve de la noche, que tener que esperar a que el astro haga su aparición 8 horas más tarde.

A medida que avanza el ciclo, más tarde sale la luna, con lo que obliga al cazador a permanecer más horas en su puesto. Sí a eso le sumamos el hecho de que al haber más luz se retarda más la salida de aquellos concientes de los peligros que le acechan bajo las estrellas, terminaremos en ocasiones teniendo que hacerle el “aguante” al macareno hasta la mañana.

Como mencionara previamente, aún no sé con exactitud, ni creo que alguna vez llegue a saberlo, cual es el mejor momento del ciclo lunar para acertarle a un macareno “de los grandes”. Las ideas expuestas más arriba no son más que meras suposiciones mías, que podrían estar tan equivocadas como las del mejor.

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